sábado, 25 de abril de 2009

Cleopatra


Mercedes nunca se enteraba de nada. Estaba enamorado de ella desde el primer día. El temor al rechazo y la absoluta certeza de que ella bebía los vientos por Juanjo me desesperaba.
Nunca le dije nada a mi amigo, no quería interferir ni tocar nada. Prefería mantenerlo todo de la misma forma. Era triste y yo lo sabía, pero era la única manera de asegurarme de algún modo, la compañía de Mercedes, y a su vez, la amistad de Juanjo.

La noche del carnaval fué una de las peores de mi vida. Juanjo no había podido asistir a la fiesta. Unos grados de temperatura de más le habían dejado con los huesos en la cama por un par de dias.
Mercedes relucía bajo los focos, como nunca antes le había visto. Su disfraz de Cleopatra resaltaba su joven y bella figura.
Al verla agarrada de la mano de aquel estúpido indio, en dirección al jardín, mi presunción de romance con Juanjo se desvaneció y me entraron ganas de ser embestido por un camión-cisterna.

Nunca supe de quien se trataba aquel bastardo hasta que aquella tarde, muchos años después, recibí la inesperada invitación a su boda. Mi hermano Andrés.

¿Cómo es posible que la mismísima Cleopatra acabase casada con un simple indio, que además era mi hermano? Y sobretodo, ¿Perdí cualquier tipo de posibilidad de conquistarle al escoger aquel disfraz de cruasán?

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