sábado, 13 de diciembre de 2008

Persiguiendo a "X"



El maletín solo puede contener dos cosas: un revólver Glock de calibre 9 mm, con su correspondiente munición, o, en el mejor de los casos, unos importantes papeles de la C.I.A.
He decidido llamarle Arthur. Es un tipo de mediana estatura, un metro setenta y cinco, quizás. Lleva unas Ray-Ban modelo Aviator, perfectamente colocadas encima de la nariz, que a su vez es rojiza y ampulosa. Su traje, ligeramente arrugado, me recuerda a los que llevan en las pelis de gagsters. Es marrón, con raya diplomática. Para tapar su presunta calva utiliza un sombrero hongo negro, y en los pies calza unos botines de piel de serpiente, seguramente de la talla cuarenta y tres. Un auténtico y peligroso cazarecompensas, o algo peor.
He decidido seguirle, no puedeo dejar este caso en manos de la policía, lo hecharían todo a perder.
Arthur cruza la calzada con paso firme y mirando a ambos lados. Yo le sigo a muy pocos metros de distancia, haciéndo como si leyese el periódico.
Cruzamos un parque que tiene una fuente rodeada de gárgolas, salimos y giramos hacia la derecha, por una calle estrecha y oscura. Yo me mantengo a una distancia mas prudente, para evitar que me descubra.
Esto pinta realmente feo, debería de haber llevado conmigo al menos una navaja multiusos, de esas suizas.
El trajeado Arthur se detiene ante una puerta grande, de madera de roble, y la golpea tres veces, con sutileza. La puerta se abre al instante y sale una mujer en bata, con la cabeza repleta de rulos de colores y con una sonrisa de oreja a oreja.
- Sra. Montiel, aquí le traigo lo que me pidió. El secador de pelo sueco de última generación que le prometí, la crema antiarrugas esa que sale en la tele y que tanta ilusión le hacía conseguir y de regalo, por ser mi mejor y mas querida clienta, un juego de orquillas de todos los colores y una crema de aloe vera para el cutis.
- Pase, pase, Sr. Spencer. Qué alegría verle. Le prepararé un café bien calentito.

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