lunes, 15 de diciembre de 2008

La rueda


"..Soy Boecio, autor de la consolación de la filosofia. Para mi la historia es una rueda, la inconstancia es mi esencia, dice la rueda. Subete a mi radio si quieres, pero no te quejes cuando te arroje a los abismos.Los tiempos pasan pero también los malos; la mutabilidad es nuestra tragedia pero también esperanza. Los peores tiempos al igual que los mejores, siempre pasan.."


(Extracto de "24 Hours Party People", de Michael Winterbottom)

domingo, 14 de diciembre de 2008

Henry está realmente jodido


Imagínense una habitación sin ventanas, con una pequeña bombilla suspendida en una viga de madera en el techo, a modo de lumbre . En ella hay una silla roja y un hombre amordazado de pies y manos. El hedor es insoportable. Hace frío. Un chorro de sangre se extiende en el suelo.

Nunca podrá escapar de esa habitación, nunca volverá a ver el mar ni a sus hijos. Jamás volverá a abrazar a nadie, ni tampoco volverá a comer roast-beef con guarnición de zanahorias.
Los secuestradores no tienen intención alguna de dejarle en libertad. Podría ser un tipo común, todo sería mas fácil. Pero puesto que se trata de una de las personas mas ricas del país, su situación es realmente jodida.


Se llama Henry Ford, tiene 59 años, una mansión en la Costa Oeste, un Porche Carrera y dos divorcios millonarios a sus espaldas. Pero eso era antes. Antes de que dos tipos encapuchados le golpearan con una pistola en la cabeza y le empujaran al interior de una furgoneta.



Ahora no tiene nada. Al menos nada de lo mencionado anteriormente.
Son las 07:05 h de la mañana, y el despertador le despierta violentamente. Se llama Jorge, lleva bigote y tiene 31 años. Vive en un piso de alquiler de 40 metros cuadrados, con su perro Bruno. Se gana la vida como crítico de cine, le gustan las novelas policiacas y no se le conoce relación alguna.

Sin mirar atrás



La tristeza se apoderó de mi una milésima de segundo después de salir de aquel tren. Otra vez sin mirar atrás, con paso firme y resignado.

Otra vez, sucede que me perdí en sus calles, en la arena de la playa, en sus plazas. Me perdí entre sonrisas y helados, entre la gente, sus parques y fuentes. Entre cervezas, locuras, chistes y buenos amigos.

Puede que perderse sea la mejor manera de acabar encontrándose...

El pozo


Sólo quiero no pensar. Dejar de darle tantas vueltas a todo. Salir de este pozo sin fondo en el cual sospechaba encontarme, y que un frío día de invierno entre lágrimas, no hizo sino, corroborar el hecho de estar completamente sumido en él.


No hay solución posible si uno difiere dicha posibilidad. Yo y mi yo interior vamos a veces por separado, peleando por llegar a un acuerdo. Voluntad, coraje, fuerza...son ahora adjetivos que desconozco. Sospecho que esto sólo es el comienzo de un largo camino por recorrer, de una lucha encarnizada por encontrar ese equilibrio en mi interior...


sábado, 13 de diciembre de 2008

Persiguiendo a "X"



El maletín solo puede contener dos cosas: un revólver Glock de calibre 9 mm, con su correspondiente munición, o, en el mejor de los casos, unos importantes papeles de la C.I.A.
He decidido llamarle Arthur. Es un tipo de mediana estatura, un metro setenta y cinco, quizás. Lleva unas Ray-Ban modelo Aviator, perfectamente colocadas encima de la nariz, que a su vez es rojiza y ampulosa. Su traje, ligeramente arrugado, me recuerda a los que llevan en las pelis de gagsters. Es marrón, con raya diplomática. Para tapar su presunta calva utiliza un sombrero hongo negro, y en los pies calza unos botines de piel de serpiente, seguramente de la talla cuarenta y tres. Un auténtico y peligroso cazarecompensas, o algo peor.
He decidido seguirle, no puedeo dejar este caso en manos de la policía, lo hecharían todo a perder.
Arthur cruza la calzada con paso firme y mirando a ambos lados. Yo le sigo a muy pocos metros de distancia, haciéndo como si leyese el periódico.
Cruzamos un parque que tiene una fuente rodeada de gárgolas, salimos y giramos hacia la derecha, por una calle estrecha y oscura. Yo me mantengo a una distancia mas prudente, para evitar que me descubra.
Esto pinta realmente feo, debería de haber llevado conmigo al menos una navaja multiusos, de esas suizas.
El trajeado Arthur se detiene ante una puerta grande, de madera de roble, y la golpea tres veces, con sutileza. La puerta se abre al instante y sale una mujer en bata, con la cabeza repleta de rulos de colores y con una sonrisa de oreja a oreja.
- Sra. Montiel, aquí le traigo lo que me pidió. El secador de pelo sueco de última generación que le prometí, la crema antiarrugas esa que sale en la tele y que tanta ilusión le hacía conseguir y de regalo, por ser mi mejor y mas querida clienta, un juego de orquillas de todos los colores y una crema de aloe vera para el cutis.
- Pase, pase, Sr. Spencer. Qué alegría verle. Le prepararé un café bien calentito.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Poesía inacabada


"..Por tus silencios bebo posos de melancolía,

tan siquiera enmendados mis errores.

Flores en la penumbra que jamás se marchitarán,

y en mi lecho, una poesía inacabada.."

jueves, 11 de diciembre de 2008

Martín no tuvo mas remedio.


Martín no tuvo mas remedio que girar el volante repentinamente. Perdió la noción del tiempo y del espacio. Dos segundos después perdió también la conciencia.
Encontaron el viejo ford fiesta grisáceo empotrado contra un árbol, al costado derecho de la carretera. El cuerpo de Martín yacía ya sin vida en su interior.
El teléfono móvil de Julia comenzó a anunciar la tercera sinfonía de Beethoven. Salió corriendo de la ducha y lo descolgó sin fijarse en quién estaba llamando.
Era la madre de Martín, la que tantas veces, durante cinco años, le había invitado a comer la paella de los domingos en su casa.
Intentaba explicarle lo sucedido, pero ni tan siquiera era capaz de hablar. La boca se le achicaba, y el cuerpo, tembloroso, se estremecía en el butacón de la sala de estar. Era incapaz de emitir cualquier tipo de sonido inteligible.
Pero no hicieron falta palabras para comunicar lo sucedido. El corazón de Julia comenzó a retumbar con fuerza en su interior. El horror se cernió sobre ella, implacable. Enseguida supo con certeza lo que estaba ocurriendo.
Era la noticia mas cruel y brutal, la que mas daño pudiera propinarle jamás en toda su vida.
Marisa colgó. Julia se desplomó en el suelo, tapada unicamente con una toalla roja.
La habitación le daba vueltas, se le secó la boca y empezó a tiritar. Entró en un estado total de shock.






La habitación era fria. Las sábanas, las cortinas y las paredes eran blancas. El techo también era blanco. Como única decoración se alzaba a media altura, en mitad de la pared, un reloj negro (con el fondo también de color blanco). Marcaba las cuatro y media, y por la luz que exhalaba entre las cortinas, tenían que tratarse de las cuatro y media de la tarde.
Levantó la cabeza, a su izquierda, y vió el gotero con el gota a gota. A su derecha, en una mesa con ruedas había una botella de agua y un paquete de pañuelos.
Un tipo con bata blanca hizo un gesto desde la puerta y se acercó a él. Comprobó el gotero, le tocó la frente, firmó unos papeles y se marchó.
Julia sonreía desde la puerta. Jamás volvería a separarse de él.