Me llamo David y tengo la asombrosa y molesta cualidad de estar siempre en el sitio inoportuno, en el momento menos adecuado en lo que se refiere a las mujeres. Con Luna no fué diferente. Bueno, en realidad sí. Si se puede denominar como diferente a algo tan poco cotidiano y sorprendente...
Viernes. Nueve de la noche. Un bar pequeño y acogedor. Jorge había quedado allí con unas amigas suyas recién llegadas de París. Cervezas y algo de picar.
Al principio, el primer cuarto de hora, las frases brotaban con cuentagotas. Pero la tertulia se fué animando de forma sutil. Cuando paré un momento para refrescarme la garganta con una lata de cerveza me dí cuenta de que la conversación era cosa de dos. Miré a Daniela. Su cara irradiaba asombro. Luna y yo no podíamos dejar de hablar. Todo fluía. Era increíble. Hablamos sobre todo de libros. Libros que a ambos nos habían fascinado. Me habló de sus autores predilectos, los cuales coincidían en su gran mayoría con los míos. Le aconsejé que leyese un libro en concreto. Sonrió y lo sacó de su bolso de piel marrón. Nos apoderamos sin darnos cuenta de la conversación. Tenía la sensación de conocerla desde hacía aproximadamente un siglo.
Jorge y Paula fumaban en la calle. Pedimos la cuenta y salimos en busca de un lugar barato para tomar algo y seguir charlando, algun sitio en donde nos dejaran fumar. Y lo encontarmos. Era barato, mugriento y encantador.
Por el camino hablamos de música. Era tan inverosímil que resultaba hasta absurdo. Absurdo y genial a su vez. No es normal coincidir en tantas cosas tan personales y especiales. Y más aun si acabas de conocer a esa persona. Todavía hoy sigo pensando que debía de haber alguna cámara oculta por algún lado, escondida entre las ramas de un árbol, entre dos contenedores de basura o en encima de la barra del bar. Cuando conoces a alguien así es difícil de asimilar.
Brindamos, bebimos y fumamos.
Un bar, otro bar, cervezas y gin-tonics...
- ¿Bailas?
- Sí, pero...no puede ser...yo...
- Lo sé. Ven conmigo...
- No me pidas que te bese.
- Tranquila, no lo haré. Solo por esta noche. Baila conmigo. Solo eso.
- Vale.
Nunca respondió a mis llamadas ni a mis mensajes. Jamás pensé que volvería a verla. Estaba seguro de que si se cruzaba conmigo por la calle me evitaría, como si nada de lo que ocurrió esa noche importase ya. Como si todo hubiera sido un ilusión óptica, una ensoñación producida por el alcohol, una mala jugada de mi subconsciente.
A veces es suficiente una casualidad para hacerte sonreir y alegrarte por algo, por pequeño que parezca. La vida está llena de ellas. Es un cúmulo de ellas...